Recién llegando...

Hola, supongo que pocos me conocerán, y como nueva en este servicio comunitario, me presento; mi nombre es Marianela Ponce, más conocida como "Maggi". Tengo 13 años, partcipo del coro de nuestra capilla y trato de ser comprometida con ella. Voy junto a mi mamá (Marianela), mi papá (Elías) e intentamos integrar a mi hermana Paloma. Bueno, como siempre tengo el tiempo y la dedicación a la computación y veía este sitio tan abandonado, decidí que a lo mejor yo podría hacer una aporte para las personas que lo visiten. Tal vez no tengo muchas experiencia, pero tengo todo el ánimo y las ganas de actualizar este blog y hacer un aporte a la comunidad a través de lo que me manejo mejor. Quiero darles las gracias por darme una oportunidad y me esforzaré para dar lo mejor.
Bueno, para comenzar mi aporte decidí colocar la reflexión que sale en la parte trasera de nuestr "hojita del domingo", la cual muchas veces ni miramos. Aunque a veces nos parezca pérdida de tiempo, tiene un mensaje muy bonito que me gustaría compartir con las personas que quisieran darse un tiempo y reflexionar sobre la lectura que este mismo domingo leeremos. Espero que les guste y espero comentarios y críticas constructivas. Gracias, nos vemos. ¡Adiós!

Maggi

Ser ricos ante Dios

Me decía una amiga muy perspicaz y perpleja: ¿»Por qué tantos rostros que llenan las portadas de las revistas del corazón terminan en clínicas psiquiátricas e incluso algunas terminan suicidándose? No les falta nada: plata, fama, comodidades… Y nadie se suicida porque es feliz. ¿No será que en eso no está la felicidad?
Quizá la palabra de Dios nos aclare un poco estas preguntas. Jesús se muestra muy crítico en los Evangelios ante el afán de riquezas, una de las manifestaciones más peligrosas de la «codicia del corazón». ¿Por qué?

El corazón humano es un pozo de inseguridades, miedos, incertidumbres. No es sólo eso, pero también es eso… estamos hechos así y es mejor reconocerlo. Y ¿cómo piensa un corazón así? Esta es su lógica: si logro acumular en la vida muchas riquezas, mucho poder, mucho dominio e influencia, ¡adiós la inseguridad! Se acabó la incertidumbre.
Ya puedo «tumbarme, comer y beber, darme buena vida». Esto es mentira, como hace notar el Evangelio, pero aparece como verdad. Ahí esta la gran seducción que ejerce la riqueza.

Y Jesús nos pone en guardia sobre toda codicia. El mecanismo es siempre el mismo: yo quiero escapar a su situación superándola de un modo falso. Lo grave del asunto es que siendo una solución falsa, aparece como la verdadera. Por eso es la más transitada.

¿Qué remedio propone Jesús a esa inevitable herida de nuestro corazón, a su pobreza e inseguridad radicales?. No podemos dejar de sentirlas, pero sí podemos buscarle una solución distinta de la codicia. ¿Cuál? Que Dios y su amor a nosotros y al mundo actúe como terapia alternativa para la inseguridad de nuestro corazón. ¿No sabemos por experiencia que el cariño de una persona tiene poder curativo sobre nuestras angustias? Pues Dios no es menos, sino más que esas personas. ¿Cómo cambiar la trayectoria natural que toman nuestras pulsaciones? Dejándonos visitar en ese centro asustado de nuestro yo por el Amor de Dios; saliendo desde esa experiencia al encuentro de los demás y de las cosas, no para poseerlas, sino para hermanarnos con ellos y con ellas (Juan A. García).

«El pijama de madera no tiene bolsillos», dice Mamerto Menapace, refiriéndose al ataúd. En él no hay armarios, ni caja fuerte ni bolsillos. Nos iremos desnudos como vinimos. Sólo nos llevaremos nuestras buenas obras.
¿Para qué acumular otros tesoros?